Fernando Bañó Ferrando – biografía 2

FERNANDO BAÑÓ FERRANDO (1922 - 2013), UN TENOR “LÍRICO LIGERO”

(Comienzos y estrellato)

Costas las de Levante, / playas las de Verger, / dichosos los ojos / que os vuelven a ver.

Con esta pequeña licencia literaria que seguramente nos permitiría el libretista Francisco Campodrón, anunciamos el inicio de un esbozo biográfico del que sin lugar a dudas fue un grandísimo interprete del “rol de Jorge” en la ópera española “Marina”, compuesta por el maestro Emilio Arrieta. Quizás las jóvenes generaciones le desconozcan, pero el nombre de Fernando Bañó Ferrando, quedará asociado a la historia de la lírica nacional como “el tenor de las Marinas” (cantó durante su larga trayectoria artística más de 500 representaciones), y también por ser uno de los mejores “Leandros” de “La Tabernera del Puerto”, según afirmaba a finales de los años cincuenta el compositor Pablo Sorozábal. Aseveración publicada al dorso de las “particellas” de esta obra. El estrellato ha sido compartido con Jaume Aragall, Pedro Lavirgen o el mismísimo Alfredo Kraus, compañero inseparable de Bañó en aquel lejano año de 1956, cuando juntos compartieron cartel en la inauguración del Teatro de la Zarzuela (Madrid), interpretando a Fernando Soler, protagonista inolvidable y romántico de “Doña Francisquita”. Ambos y con sana rivalidad ofrecieron lo mejor de su arte, siendo dirigidos escenicamente por la cualificada mano de José Tamayo, consiguiendo la gloria y el respeto del público madrileño.

Nuestro amigo Bañó nació en El Verger (22-5-1922), bella población de la costa alicantina, enclavada a los pies de un escrespado y rocoso picacho llamado “Penya Rotja”. Los alrededores de la misma están rodeados de azahares naranjeros, que ofrecen un sutil aroma llegada la estación primaveral. El paraje se convierte en un vergel singular, acariciado constantemente por las brisas mediterráneas. Su venida al mundo aconteció en el seno de una humilde familia dedicada a las labores agrícolas, escuchando desde su infancia los cánticos de su abuelo materno “Pep”, apodado “Gayarre” por la bravura de su voz (aunque cabe recordar que el tenor navarro poseía una voz meliflua y angelical). El campesino solía entonar en la finca familiar “dels sequers”, las populares “albades valencianes” y numerosos fandanguillos andaluces, mientras trillaba el grano en la era de la propiedad. Sin lugar a dudas fueron los primeros compases musicales que Fernando escuchó, y que le indujeron a entonar cánticos mientras pastoreaba su rebaño de ovejas por los montes de Segaria (1936-37), sobre todo piezas flamencas y tangos argentinos, obras preferidas en el corazón del tenor y muy de boga en aquellas calendas. La adolescencia transcurrió bajo el intenso sol y las rudas tareas campestres, ganándose unas buenas rugosidades en sus grandísimas y fuertes manos. Pero finalmente llegó el servicio militar, llevándole el sorteo hasta Alcoy, donde ingresaría en el Regimiento de Infantería Vizcaya n° 21, con sede en la industrial ciudad (1943). Esta población se convertiría durante más de cuarenta años en su patria adoptiva, obteniendo el aprecio de los alcoyanos y el cariño de su señora, Consuelo Llorca, hija del afamado propietario de Almacenes Llorca de Alcoy.

Todavía recuerda la inseparable compañera de Bañó, el paso del batallón camino del campo de tiro de Serelles y las canciones que entonaba Fernando con voz potente y bien timbrada. Nuestro tenor, fue nombrado instructor del Regimiento por un teniente enamorado de la lírica, facilitándole estas manifestaciones lúdicas tan poco acordes con la disciplina castrense. El mocetón -que le robaría tiempo después su corazón- despertaba inquietudes en el alma de la jovencita, aunque la verdadera relación amorosa nació en el Verger (1946), durante el verano, ya que Consuelito descansaba las cálidas temperaturas del estío en esta población. Acudiendo, junto a sus padres y abuelos a las veladas artísticas que se celebraban y en las cuales actuaba nuestro reseñado.

A su regreso de las obligaciones militares (1944), debuta como amateur de la mano de su amigo Bernat Gómez González “el gat”, en el Cine Monumental, -conocido popularmente por el Cine d´Antoniet (Antonio López, dueño del teatro de Vergel, compositor y primer profesor de solfeo y canto de Fernando)- y en el Casino de Nicolau, dentro de un espectáculo de varietés, interpretando diversos fandaguillos flamencos y romanzas popularizadas por Miguel Fleta (ídolo de Bañó). En 1945 cantará por primera vez en el teatro de su población natal. El galante rol del “Príncipe”, perteneciente a la obra de Amadeo Vives “La Generala” fue desempeñado por el apuesto Bañó, siendo ovacionada su interpretación en esta bella opereta española. El clamoroso triunfo local obligaría a las autoridades vergelinas a promocionar a su tenor, un ídolo de la población. Aquel mismo año, D. Pedro Domenech (médico de la población) y D. José García Lázaro llevaron al joven Fernando al estudio valenciano del legendario tenor dianense Antonio Cortís, quien le audicionó en su academia y concluyó con esta apostilla: “La voz del mozo es un diamante en bruto que falta pulir”. Al iniciarse el curso 1945-46, el biografiado ocupaba plaza en el Conservatorio valenciano, siendo sus profesores de canto D. Francisco Vercher y su esposa Dña. Lolita, figurando como maestro de música Tomás Aldás Conesa. Durante sus estudios consiguió varias Matrículas de Honor, siendo considerado por el profesorado como “la Voz de Oro”.

No contento con estas enseñanzas que le desgarraban la voz y se la convertían en excesivamente gutural, buscó plaza en la academia particular del prestigioso Francisco Andrés Romero (1946-48) -pedagogo que fue de Cora Raga y Alfredo Kraus-, quién supo impartir en ambos tenores la escuela del “bel canto”: con impostación de campana, sonido en la máscara y la famosísima “boca de pez”; el maestro conseguía notorios resultados ayudado por su técnica y también por el desafiante falsete reforzado que poseía, aunque debemos recordar que el profesor Andrés Romero tenía escasos conocimientos en las técnicas de respiración diafragmática, según aseverá Bañó. Acompañado al piano por Francisco Andrés cantó en el Cine Victoria de Pego, alternando con sus compañeros de estudios Francisco Navarro (barítono) y las tiples Amparito Esteve y Pepita San Cayetano. El 5 de Julio de 1947, se organiza en el Monumental Cinema de Vergel un festival “con el fin de recabar fondos para completar sus estudios en Valencia, obra en que todo buen paisano debe contribuir”. Todos los progresos de Fernando como estudiante de canto, veíanse reflejados con sus actuaciones en la Sociedad Coral “El Micalet” y en el teatro de la “Casa de los Obreros” de Valencia (situada en la calle Caballeros), donde obtiene éxitos elocuentes entre los aficionados de la capital. En cartel “Marina”, junto a Leonor Barbosa, José Lacárcel de Palomares y Carlos Morris. Actuando como director escénico el veterano barítono alcoyano Antonio Ripoll (27-11-1949). La crítica valenciana apuntaba “Bañó volvió a triunfar en Valencia. Al terminar su primera intervención los aplausos sonaron insistentes en su honor. Y éstos ya no cesaron al finalizar cada una de sus intervenciones musicales”. Un filántropo musical ayudó economicamente a Bañó en los albores de su carrera, se trata de D. José Sebastián Cerdá.

En junio de 1948 debuta en Valencia (Teatro Apolo), con la empresa de Francisco Bosch (barítono), presentándose al público con “La Dolorosa” dirigida por Natalio Garrido y compartiendo estrellato con José María del Valle y María Teresa Villeta. En la misma compañía figuraban Elisa Miralles y Conchita Panadés. Posteriormente, una modestísima compañía de tercera fila contrata a Bañó para una gira por la región, se trata de la “Cía. de José Villeta”, dirigida por Manuel Tomás y concertada por Felipe Monzó. Con ésta, consigue que sus paisanos le aplaudan con ímpetu en numerosos teatros: Aldaya y Ondara, donde se produce el delirio general al cantar en el Teatro Eslava la zarzuela “Katiuska” (1-1-1949). Con la llegada de la primavera hallamos a nuestro tenor enrolado nuevamente y con gran éxito en la Agrupación de Bosch, donde consigue el puesto de primer tenor, después de cantar con exquisitez la partitura de “La Dolorosa”, compartiendo cartel con la soprano Conchita Panadés y Dimas Alonso, barítono nacido en Muro de Alcoy. Con la citada obra, el Teatro Apolo de Valencia caía rendido ante su arte, por fin habían encontrado un excelente tenor con la bravura y delicadeza exigidas por la partitura del compositor Serrano. Las Provincias aseveraban: “posee grata voz, de emisión fácil y segura y adecuada al registro agudo, para el que encontró motivo de especial lucimiento con el religioso personaje de Rafael”. Su éxito veíase acrecentado con la interpretación de “Los Gavilanes”, donde aquellas aterciopeladas notas de “Flor roja” brotaban embriagadoras desde sus fuertes labios.

Prontamente su amigo Antón Navarro (barítono) organizó compañía propia, contratando seguidamente a Fernando (Marzo de 1949), quién amplió con obras señeras su repertorio: “Luisa Fernanda” y “Katiuska”. Con el popular Navarro y su empresa “La Zarzuela Española” recorrió la geografía levantina, cantando en las tres provincias y en la región murciana. El teatro Principal de Castellón, el Circo de Cartagena y el Principal de Alicante fueron testigo de su triunfo. Al frente de la agrupación figuraban como directores escénicos Manolo Pradas y Martínez Báguena y en el pódium Gerardo Tomás. Los precios de la taquilla, muy curiosos y módicos: seis pesetas butaca de patio. Llegado el otoño cantaría “Marina” con José Lacárcel de Palomares y ante las referencias de público y crítica se interesaron por él, María Greus y Pablo Civil (excelente tenor catalán habitual en los repartos de la Scala Milanesa). Y con esta “Compañía de Gran Arte Lírico Español” anduvo Bañó desde finales de 1949 hasta el mes de mayo (1950), recalando en Alcoy (Febrero-50), donde debutaría en el Teatro Calderón con la ópera “Marina”, destacando en el elenco: María Francisca Caballer, Antonio Cabanes, José María del Valle y el mismísimo Bañó, todos dirigidos por Belenguer Estela. Los aficionados de la ciudad se congregaron para aplaudir entusiasticamente a los cantantes y en especial a “su tenor Bañó”. Previamente había cantado en el País Vasco: Irún (Teatro Bellas Artes) y en el Teatro Ayala de Bilbao (Enero), compartiendo cartel con Carmen Caballero, Cabanes, Oscar Pol y José Lacárcel. Entre sus obras “La del Soto del Parral”, “Bohemios”, “Luisa Fernanda”, “La Tabernera del Puerto” y “Doña Francisquita” que alternó con el veteranísimo Pablo Civil.

Casualmente el maestro Sorozábal visitó Valencia y audicionó a nuestro amigo, firmando inmediatamente un contrato con él hasta finales del año en curso, con el fin de recorrer el norte peninsular. Posteriormente firmaría por una nueva temporada, aunque sin el esperado aumento de honorarios, que continuó estipulado en 100 pesetas diarias. Un sustancioso caché para un nóvel cantante. A partir de aquí “La Tabernera del Puerto” se convirtió en su gran caballo de batalla, siendo dirigido en aquellas representaciones por el mismo autor de la partitura, el bueno de D. Pablo, que disciplinó musicalmente a Bañó. Todavía se recuerda al tenor, cuando acababa cantando el dúo con la soprano y cogía a ésta en brazos, exclamando con delicadeza las commovedoras notas de la tormenta: “¿No escuchas un grito? Por el ancho mar, en la noche suena mi canción. En mi corazón canta la juventud; y en mi juventud canta el amor”. El norte peninsular quedó impresionada por el nuevo fichaje de Sorozábal: Teatro Arriaga (Bilbao), Teatro Principal (Irún), Teatro Gayarre (Pamplona), Lope de Vega (Valladolid), Teatro Pilar Duro (La Felguera-Oviedo), Teatro Robledo (Gijón), Teatro Filarmónica (Oviedo) y Teatro Colón (La Coruña) fueron algunos de los anfiteatros que aplaudieron a Bañó. Los críticos de Gijón afirmaban “casi un chiquillo, cantó y escenificó como un consumado maestro”, por otra parte “El Ideal Gallego” apostillaba: “gustó mucho el tenor Bañó, que nos sorprendió, con una depurada escuela de canto y voz bien timbrada. El éxito le acompañó constantemente como premio a su brillante labor, que está fundamentada siempre en unas excelentes facultades”. La compañía contó con el asesoramiento musical -empuñando la batuta- de Álvarez Canto y Manuel Arquelladas. Nuestro tenor había ampliado repertorio, incorporando “Los Burladores” y “Entre Sevilla y Triana” -estreno nacional-, asumiendo el rol de José María.

Con el ocaso del año 1950 y llegada la festividad de Nochebuena, los jovencísimos novios Fernando y Consuelín contrajeron matrimonio, siendo oficiada la ceremonia religiosa por el popular sacerdote e Hijo Adoptivo de Alcoy, D. Cirilo Tormo Durá, quién casó a la pareja en la recién reconstruída Iglesia de San Roque. El tenor abandonó los escenarios durante dos años, interviniendo solamente en los teatros alcoyanos. Recordado queda entre los aficionados más veteranos el concierto llevado a cabo en el Teatro Calderón (2-12-1951) acompañado por la Banda Nueva del Iris, bajo la batuta de Alfonso Sellés Cabrera, contando con la participación de la soprano Carmencita Llácer.

Durante este periodo, intervino como solista en la Capilla Nueva del Iris, cantando motetes y piezas sacras durante el novenario dedicado a San Jorge Martir. En esas noches inolvidables, Bañó entonaba la afamada “Copla” de José Espí Ulrich, y justamente, en ese momento, los feligreses “se posicionaban de espaldas al altar mayor, con el fin de poder escuchar mejor las virtudes vocales de este magnifico profesional de la lírica”. Aprovechando su estancia alcoyana, el tenor participaba en la emisora E.A.J.-12 (Radio Alcoy), donde emite a través de las ondas radiofónicas diversas romanzas de zarzuela. El programa “Ventanal Artístico”, patrocinado por Almacenes Llorca -propiedad de su suegro- y que servía para promocionar a los numerosos valores locales, fue muy popular entre la audiencia. Algunas intervenciones -bolos esporádicos- ocurrieron en este año. En la capital del Turia cantó en el Teatro Alkazar la partitura de Sorozábal “La Tabernera del Puerto”, compartiendo estrellato con nuestra paisana Elisa Miralles Tortosa y el barítono Juan Cerdá, todos dirigidos escenicamente por Pepe Campos “Campitos”, siendo el director musical Alfonso Lozano (11-Junio-1952). En esta compañía de provincias figuraba como característica la legendaria soprano valenciana Carmen Corro, compañera de reparto del barítono alcoyano Vicente Bou Blanes, durante la segunda década del siglo XX.

Pero cuando la sensibilidad artística es innata en un solista, no puede olvidarse el escenario y mucho menos los aplausos, por ello Bañó vuelve a firmar un contrato semestral con la compañía del barítono Manuel Abad y el tenor cómico Eladio Cuevas (Noviembre 1952). Seguidamente, recorre triunfal el arco de poblaciones norteñas, de nuevo Gijón (Teatro Arango), Elgoibar (Teatro Odeón), Palencia (Teatro Ortega), Burgos (Teatro Avenida), Santander (Teatro Pereda), San Sebastián (Teatro Príncipe), Baracaldo y seguidamente Vitoria (Principal y Nuevo Teatro) y su aventura en Canarias. La primavera güanche atrae a las compañías, por ello los veteranos empresarios se disponen a conquistar las islas, realizando una fecunda temporada -durante el mes de marzo, 1953- en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife. Fieles a su voz y su arte, el público aplaudía insistente a los artistas: María Francisca Caballer, Angelita Viruete, Luisa de Córdoba, José Peromingo y Bañó Ferrando. El 23 de Marzo del citado año, se le ofrecía “una gradiosa función de homenaje al notable tenor Bañó, que dedica al público en general”. La obra en cartel “Luisa Fernanda”, que fue dirigida admirablemente por Augusto J. Vela en el atril direccional. Posteriormente continuaron su andadura por tierras del sur: Teatro Falla (Cádiz), Teatro Menacho (Badajoz) y Sevilla, donde se hizo las fotografías de “Divo tenor”, para obsequio a sus admiradores.

Concluida la primavera (Abril-53), el amigo Fernando recala nuevamente en Alcoy, donde disfrutará de la compañía del pequeño Fernando (nacido el 12 de Diciembre de 1951) y de su fiel compañera Consuelo. Pero los profesionales se deben al público y el precio de la fama es muy alto: los viajes, el deambular permanente y el abandono de los seres queridos son las constantes en la vida del artista. Sabemos que las autoridades valencianas organizaron una “extraordinaria representación de ópera española, en honor de la Sexta Flota de la Armada de los Estados Unidos de América”, la cual se celebraría en los Jardines del Real (en los populares Viveros), en la noche del 12 de septiembre de 1953, contando con la participación en el “principal rol, del uniformado capitán de navío, del más famoso tenor en España (Fernando Bañó), con la intervención de la soprano española (alcoyana por mas señas) Elisa Miralles”. La batuta fue empuñada por el prestigioso Belenguer Estela. Como curiosidad reseñar que el equipo megafónico falló estrepitosamente, viéndose obligados los cantantes a demostrar las grandes cualidades de sus aparatos vocales. A “pleno pulmón” y con gallardía, demostraron la exquisitez de su arte en la silenciosa noche valenciana. Unas formidables ovaciones recompensaron el grandioso esfuerzo realizado por los interpretes.

Por aquellas calendas, el veterano barítono Luis Sagi-Vela, (hijo del mítico Sagi-Barba y de la cómica Luisa Vela) regresaba de las Américas después de ocho largos años, con la intención de reorganizar su compañía, por ello buscó a las mejores voces hispanas y viajó hasta la Ciudad de los Puentes (Alcoy) con el fin de convencer a Bañó y firmar un sustancioso contrato de dieciocho mil pesetas mensuales (1953). Nuestro paisano aceptó, ya que Sagi-Vela estaba considerado el mejor zarzuelista nacional, por lo grandioso de sus espectáculos y la calidad de los coros, orquesta y elenco en general. Es decir, zarzuela española a gran nivel escénico y musical. Los críticos de ABC de Madrid, afirmaban: “señalemos lo que no se ve frecuentemente en zarzuela: un coro joven y bien vestido, unos decorados nuevos, una orquesta que suena con plenitud, con el aditamento del órgano eléctrico, que ya había empleado el maestro Parada, y un movimiento alegre y dinámico, con utilización de la pasarela”.

Con las maletas y los baúles repletos, marchó el tenor con destino a la capital de España (1953), donde el Teatro Madrid (situado en la plaza del Carmen) le esperaba expectante. Seguidamente y aconsejado por Sagi-Vela ingresó como alumno en la academia de canto de Angeles Ottein, soprano madrileña que alternó con Fleta, Lázaro, Schipa, Cortís y que fue profesora de Marimí del Pozo y Pilar Lorengar entre otras sopranos, amén de Catedrática de Canto en el Real Conservatorio de Madrid. Fernando amplio sus estudios y acrecentó las técnicas belcantistas y diafragmáticas, consiguiendo dominar con escuela los difíciles secretos del temido “pase de voz desde el Mi hasta el Fa ”. La Villa y Corte vitoreaban con ímpetu a Bañó, mientras Sagi-Vela le enseñaba los trucos escénicos, es decir, la profesión de actor. Afirmando que su presencia física y la desbordante simpatía que le caracterizaba suponían el cincuenta por ciento del éxito, el resto su voz mediterránea repleta de bellos colores y con un mordiente en el agudo que sabía cobinar inteligentemente con las medias voces y los falsetes. Cabe recordar que Bañó llegó a poseer en su ámplia tesitura el temido “Re sobreagudo” o el popularmente denominado “Do de pecho”.

Un semestre de aplausos rodeó al tenor: “Luisa Fernanda”, “La Leyenda del Beso”, “Doña Francisquita”, “La Tabernera del Puerto”, “Marina” y “La Dolorosa” fueron algunas de sus obras predilectas, llegando a convertirse en un genial intérprete de estas partituras. El crtítico musical de ABC, D. Antonio Fernández-Cid de Temes, vertió numerosos elógios hacia el hijo de Verger. Compartiría cartel durante estas representaciones con Sagi-Vela, Marta Santaolalla, Mari Carmen Aranda y Ana María Olaria que prontamente se convirtió en su “partenaire” favorita. Frente al foso orquestal los maestros Moreno Torroba y Estevarena.

Requerido por la recien creada compañía discográfica Zafiro -de la cual fue fundador, copropietario y presidente Sagi Vela-, impresionó fonograficamente la españolísima ópera “Marina”, convirtiéndose en la primera versión en vinilo existente en el mercado. El reparto estelar estuvo encabezado musicalmente por Daniel Montorio, Enrique Navarro y Enrique Estevarena, contando con la participación de la Orquesta de Cámara de Madrid y los Cantores Líricos de la capital hispana, siendo estos tres maestros los directores del plantel de voces: María Francisca Caballer (soprano ligera), Joaquín Deus (bajo), Bañó (tenor lírico ligero), y el propio Sagi-Vela (barítono lírico). Cabe decir que el disco apareció a la venta el siguiente año (1956), publicándose la obra completa en dos discos de los populares microsurcos (Montilla-FM 23/24). Posteriormente y en Julio de 1958 fue sustituída esta edición por un sólo ejemplar, con la selección de la obra. En el mismo figuraba la portadilla y carátulas en inglés y español. Transcurridos catorce años volvieron a impresionarse estos “highlights” en 1972, para publicarse íntegramente la obra en 1984, dentro de una colección editada por la firma Zacosa y dedicada al género chico. Por última vez, vió la luz en 1995, con una versión completa y remasterizada en soporte digital (disco compacto). Por la grabación de esta obra realizada en el Teatro Madrid, percibió el tenor cerca de cincuenta mil pesetas, aunque cabe recordar que en estos registros fonográficos no existían segundas tomas y que además se llevaban a cabo por la mañana, convirtiéndose en un verdadero esfuerzo para los artistas, ya que las cuerdas vocales no encuentran su máximo esplendor hasta bien entrada la tarde. Y sobre todo, después de haber cantado funciones de tarde y noche. Nosotros continuamos adorando la versión vocal realizada por Bañó, que demostró tener “un par de bemoles” y además un exquisito gusto interpretativo.

Durante este periodo grabó también la opereta vienesa de Franz Lehar “La Viuda Alegre” (con traducción libre al español realizada por Manuel Linares Rivas y Federico Reparaz), compartiendo estrellato con Dolores Pérez Cayuela (soprano), que figura en la grabación con el italianizante nombre de Lily Berchman (segundo apellido de su padre), el barítono Sagi-Vela y la soprano María Francisca Caballer. De esta versión aparecieron las ediciones de 1955 y 1971 en discos de vinilo de 33 r.p.m., y en soporte digital (disco compacto) en 1995. Deberemos escuchar con atención la media voz utilizada en el famosísimo dúo “Como la rosa temprana”, cantado con dulzura y galanura vocal, haciendo un alarde de sus facultades canoras. Finalmente grabó en “long play” una versión inédita en España de “La del Soto del Parral”, editada en Hispanoamérica, con el mismo elenco anterior: Luis Sagi-Vela y Pérez Cayuela, según nos confirmaba el tenor. Llegado el verano finalizó el contrato con la Compañía y Bañó Ferrando regresó a tierras alcoyanas, para disfrutar de los suyos. El intérvalo de descanso fue corto, porque Sagi-Vela le envió un nuevo contrato, con el fin de debutar con “Marina” en el Teatro Cómico de Barcelona (Octubre 1954), ubicado en las Ramblas catalanas y hoy tristemente desaparecido.

Quién como él dijo aquello de: “Feliz morada donde nací / donde mis sueños alimenté / ya solamente lejos de ti / buscando olvido / vivir podré”. El público guardaba larguísimas colas para ver en directo el rol insuperable de “Jorge”, verdadera creación de Fernando Bañó (en directo repetimos y no por grabaciones de estudio como otros tenores posteriores). “Su presencia era acogida con estruendosas ovaciones”, como anécdota cabe decir que un cuarto de siglo después (1980) y en el “hall” del Gran Teatro del Liceo de Barcelona, fue reconocido por un nutrido grupo de admiradores, los cuales le llamaron “el tenor de les Marines”. Inmediatamente le rodearon y evocaron con melancolía y nostálgia aquellas noches de aliento contenido ante los “fiatos y calderones” casi al límite, emitidos por las cuerdas vocales de Bañó. También grabó algún recital para E.A.J.-15 de Radio España en la capital condal, sirviéndole como tarjeta de presentación ante el respetable y entendido auditorio catalán.

El propietario de la compañía y barítono principal, el aplaudido Sagi-Vela, le ofreció un contrato para actuar en Buenos Aires (Argentina), Montevideo (Uruguay) y Ecuador, pero nuestro anfitrión renunció y solicitó el merecido descanso. Con los albores de la primavera (l956) el popular barítono cordobés Marcos Redondo, anunció su retirada definitiva de los escenarios, ya que comenzaba a notar los desplantes del aparato fonador. Cuarenta años de carrera habían menguado sus facultades, por ello organizó su propia compañía y contrató al querido Bañó, admirado y quizás deseado por las jovencísimas “fans” que le acechaban; iniciaría sus actuaciones cantando las obras de repertorio y añadiendo nuevos títulos: “Maruxa”, “El Caserío”, “Los Gavilanes”, “Los Claveles” y “El Gaitero de Gijón” del maestro Jesús Romo, una obra tardía pero muy interesante (Madrid había superado el centenar de representaciones), y que Bañó cantó en Pamplona siendo dirigida por su compositor y alternando en las carteleras con Angelita Navés y el propio Marcos Redondo. Su gira por todos los rincones de la cornisa cántabra se hizo interminable, siendo dirigido musicalmente por Manuel Civera y Amadeo Riera, concluyendo con la llegada de las nuevas ofertas profesionales su gira con el popular Marcos Redondo. Por aquellas calendas regresó a Madrid (1956), cantando en el Teatro Cómico, junto a Sagi-Vela y Marta Santaolalla. En la misma compañía figuraba como actor característico y director escénico el veteranísimo Antonio Martelo, quién recibió un grandioso homenaje por parte del público madrileño y el elenco de la agrupación. Seguidamente firmó un sustancioso contrato laboral para cantar en la inauguración del Teatro de la Zarzuela de Madrid (1956), compartiendo cartel con Alfredo Kraus, Carlos Munguía, Toñy Rosado, Ines Rivadeneira y Ana María Olaria e interpretando junto a ellos los roles de “Doña Francisquita” y “Marina”, posteriormente y al producirse la ausencia de Kraus, se incorporaría el tenor eldense Evelio Esteve.

En la mente del tenor estaba presente la temporada en Hispanoamérica, por ello, aceptó la oferta del empresario manchego Faustino J. García, que organizó una compañía con grandes figuras españolas, siendo la orquesta dirigida por el compositor Federico Moreno Torroba. Y allí marcharon Fernando y Consuelo, con la tristeza de abandonar al pequeño Nando, pero con la ilusión de cruzar el charco y conquistar los teatros bonaerenses. Nuevos horizontes se abrían ante sus pupilas y como no, la pretensión de atesorar -como el indiano-, unos excelentes honorarios que les permitise confortabilidad y solvencia económica. Con ellos, viajarían las sopranos Rosita Toledo y Josefina Puigsech y el barítono catalán Ramón Contreras, compartiendo quince largos días a bordo del transatlántico “Julio Cesar”, considerado por aquellas fechas como uno de los mayores del mundo. Durante la travesía disfrutaron con la camaradería de Joselito -el “Ruiseñor de las Cumbres”- y el cantor de operetas Luis Mariano. Un lujo de viaje. El contrato económico triplicaba los ingresos de España. Con la llegada al puerto, les esperaba la orquesta, coros y característicos; Fernando vióse obligado a cantar desde las pasarelas del buque un tango criollo, pieza favorita de su repertorio, que lo dedicó ante los cálidos aplausos a los miembros de la “troupe”. Su inseparable guitarra le sirvió de exultante acompañamiento, siendo ovacionado y piropeado por las femeninas componentes de la Compañía.
(La Aventura Hispanoamericana)
Debutó en el Teatro Avenida de Buenos Aires (Argentina) como integrante de la “Gran Compañía de Zarzuela y Ópera de Faustino García” con la obra “Luisa Fernanda”, provocando el delirio entre los asistentes. En sus labios brotaban con calidez las palabras del famosísimo dúo “Subir, subir y luego caer”, así como la gallarda romanza “De este apacible rincón de Madrid”, donde su altivez, compostura y porte físico hacían suspirar a las jovencitas. Su esposa un tanto celosa compartía con él los momentos de gloria. La prensa latina no cesaba en proclamar airosamente: “Bañó refirmó los excelentes dones vocales e histriónicos que elogiamos a raiz de sus recientes representaciones de “Doña Francisquita”.

Cerca de cuatro meses permaneció la agrupación musical en este lugar, figurando en cartel obras como “Doña Francisquita”, “Los Claveles”, “La Rosa del Azafrán”, “Marina”, “La del Manojo de Rosas”, “La Gran Vía”, “La Verbena de la Paloma”, “La Marcha de Cádiz” y “Los Gavilanes”. Diversas ciudades seguirían en su recorrido, destacando Montevideo (Uruguay), donde cantaría en el Teatro 18 de Julio y con refinado gusto al “hermano Rafael” de “La Dolorosa”. El matrimonio disfrutaba de las placenteras mañanas y los agradables paseos a orillas del río Paraná. Posteriormente se desplazaron a Rosario (Argentina), donde cantó en el Teatro Círculo con notorio éxito, siendo dirigido por Moreno Torroba y Gerardo Tomás (8-7-1957). Durante su estancia en tierras sudamericanas grabó diversas emisiones radiofónicas para Radio Montevideo y la emisora oficial de General Electric, así como filmaciones en la televisión argentina. Dejando una impronta de su arte con la versión para la pequeña pantalla de “La Dolorosa”, donde Bañó recuerda que en las imágenes emitidas se veía enorme, con unas manos grandísimas y negras; eran los inicios de un medio de comunicación que revolucionó al mundo, pero que estaba en estado embrionario y que emitía como podemos imaginar en blanco y negro. Su inseparable compañera Consuelo, soportaría estoicamente los sinsabores del teatro, porque el mundo de la farándula no es siempre festivo y agradable. En su interior se respiran las envidias y los malos tragos que rodean la misteriosa caja escénica, debiendo asumir con entereza y profunda convicción los momentos agridulces de las candilejas.

Durante la gira entablarían una solida amistad con el pianista Maciá López. Como curiosidad, destacar que entre sus admiradores figuró un prestigioso mecánico de automóviles, que en sus horas libres adiestró a Bañó en el arte de la conducción de vehículos. Nuestro amigo, recuerda sus excelentes honorarios en Uruguay, no así en la tierra de la plata, donde existían mayores penurias económicas. También nos recordaba Fernando, que en Buenos Aires (Teatro Avenida), una noche cantó -al concluir la función homenaje a la soprano Olga Marín (esposa del empresario)- en señal de gratitud hacia el público unos “fandanguillos andaluces” -verdadera especialidad del tenor- que convulsionaron al respetable. Tanto gustaron, que la gente no quería abandonar el teatro, viéndose obligado a salir a los pasillos e interpretar nuevamente estos cánticos de profunda raigambre hispánica.

Esta larguísima gira que acabó en Julio (1957), agotó físicamente a Fernando; demasiadas obras y un excesivo uso y abuso de los recursos vocales lleváronle a una sobrecarga que le afectó la emisión diáfana de las bellas notas. Por ello, un médico laringólogo le aconsejó moderar y utilizar con mesura su voz, con el fin de recuperarse de esta afonía transitoria que le producía algunas veladuras en las medias voces y los agudos. Y efectivamente así ocurrió, con orden y reposo, pero sin dejar de actuar, nuestro cantante volvió a emitir los brillantes agudos de su prodigiosa garganta. Los espectadores volvieron a entusiasmarse con sus memorables “Salidas de Jorge” de la ópera “Marina”.

Bañó regresaba triunfante y con una boyante posición económica -los ingresos de la “tournée” triplicaban los nacionales por temporada- de su primera gira hispanoamericana. Unos meses de descanso en Alcoy y algunos bolos en la región valenciana, sirvieron a Fernando para disfrutar de los suyos; el pequeño Nando tenía ya seis años y gustaba jugar con su padre, convertido ya en “Divo Tenor”. Por aquellas épocas y durante el otoño solía cazar perdices y conejos con sus amigos locales, prodigando alguna canción durante los copiosos almuerzos; también fueron frecuentes sus intervenciones en Radio Alcoy (E.A.J.-12), acompañado al piano por los maestros Sellés Cabrera y Casasempere Juan.

Con el retorno de Fernando, abriría sus puertas el comercio de regalos -especialista en mimbres- “Plásticos Bañó”, ubicado en la calle Casablanca (por entonces, del General Sanjurgo n° 42), el cual trasladarían años más tarde a la céntrica de San Francisco (1958), donde estuvo situado hasta la jubilación laboral del matrimonio Bañó-Llorca. También inauguró una Academia de Canto, pero muy poca gente de la época tenía motivaciones artísticas, la inmensa mayoría -por desgracia para el país- sólo pensaba en trabajar muchas horas de manera precaria, para de esta forma obtener unos pocos recursos económicos que les facilitase una modesta supervivencia. Definitivamente, costearse las lecciones y un profesor de canto resultaba muy difícil para unos ciudadanos totalmente obreros.

Nuestro reseñado recibió un sustancioso contrato para viajar integrado en la Compañía de Pablo Civil durante seis largos meses por el Norte de España y también para actuar en Cuba, ya que la zarzuela hispana era reclamada en la Habana (1958). Pero el amigo Fernando declinó la oferta, debido a la inseguridad que rodeaba Cuba después de la revolución castrista iniciada contra el régimen de Batista (1956) y que culminaría con la entrada de Fidel Castro en la Habana, el primero de enero de 1959.

Una carta manuscrita de Federico Moreno Torroba acompañaba el contrato para la segunda temporada americana, de nuevo con el empresario Faustino J. García. La misma tendría lugar desde finales de 1957 hasta el año siguiente (Junio-58). Todavía recuerda Fernando: “que la noche de Navidad la celebramos en el jardín que teníamos en la capital argentina, cuando una fuerte tormenta estival se desencadenó sobre ellos, sorprendiéndolos y estropeando la feliz velada”. En esta gira, estrenaría la zarzuela del citado compositor (Moreno Torroba), titulada “Un Pueblecito Español” -inédita en España-, con libreto de Luis Tejedor, compartiendo el estreno con el barítono Ramón Contreras. Con este título debutaría en el Teatro Avenida de Buenos Aires el día 3 de Enero de 1958, permaneciendo en cartel durante cuatro meses. Después, los baúles y decorados viajarían junto con cantantes y profesores de orquesta por Uruguay (Montevideo), donde llegaron a bordo de la motonave española “Cabo San Roque” con el fin de reforzar la compañía, consiguiendo grandísimos éxitos y su bautizo popular, siendo conocido por la afición como “el tenor de la simpatía”. Posteriormente actuaron en el teatro de Solís, bella población del departamento de Maldonado. En este viaje figuraban las tiples Paquita Berreta y Olga Marín, los barítonos Ramón Contreras y José María Bernada y los característicos Pedrín Fernández y José del Val.

La prensa de Montevideo (Uruguay) proclamaba a los cuatro vientos: “A ambos lados del escenario del Teatro 18 de Julio, las enseñas de los Centros Regionales de Cataluña y Valencia, que acudieron en masa a la representación. La escena y al concluir “Marina”, se inundó de flores. ¡Flores!, como si de una “diva” se tratase. Y entre los muchos regalos, corbatas con el nombre de Bañó estampado, camisas de nylón, un reloj de viaje, álbumes de autógrafos, artísticas miniaturas de loza china para la esposa, etc. Y este banderín con las firmas de todos los valencianos”. La expedición se cerró con una graciosa anécdota ocurrida en Buenos Aires: “Al ir a abandonar el hospedaje, tras cuatro meses de estancia, los propietarios renunciaron a cobrar su importe, ya que era un honor tener entre ellos al tenor Bañó”. Como anécdota, cabe citar alguna reseña periodística que nos mostraba al tenor como pintor artístico. Un montaje de los críticos que podríamos definir como los inicios de la hoy famosa “prensa rosa o del corazón”, y que mostraba una faceta tierna del bravo cantante. Pero las afirmaciones vertidas sobre Bañó resultaban categóricas: “el tenor desempeñó con elegante juego escénico su labor de galán (“Doña Francisquita”) y con voz de generoso volumen tuvo repetidos éxitos”. El verano llegaba y con ello él codiciado descanso alcoyano y vergelino (Junio-1958).

En este año (1958), la Asociación de San Jorge de Alcoy, pensó organizar un grandioso festival lírico, para ello movilizó a todos los estamentos teatrales y musicales de la ciudad, con el fin de representar con lujo y brillantez la ópera española por excelencia, la popular “Marina”. Muchos meses de ensayo tuvieron lugar en aquel recordado salón de baile “Iris”, el nostálgico Pasapoga (Carrer Caragol). Durante innumerables sesiones, los coros y orquesta pulieron los desafiantes pentagramas de esta genial y españolísima obra. El Teatro Circo, conocido popularmente por “El Trabajo”, y hoy tristemente desaparecido, fue el testigo excepcional de las estruendosas ovaciones que consiguió el cuarteto de solistas; sobre el escenario las voces de: María del Carmen Solves (soprano valenciana), el barítono de Muro de Alcoy, Dimas Torregrosa Alonso, el bajo alcoyano Emilio Payá y finalmente el tenor que hoy nos ocupa, que cantó como nunca el rol de Jorge, siendo recordado por los asistentes de aquella legendaria velada nocturna (por la tarde cantó el tenor Octavio Álvarez). La dirección musical corrió a cargo del maestro Enrique Castro Gamarra y la escénica quedó en manos de Antonio Torregrosa (también ideó la escenografía), contando además con la profesionalísima participación de cincuenta y dos miembros de la Coral Polifónica Alcoyana (17-12-1958).

Durante muchos de los ensayos el tenor amateur que ofreció sus servicios para la concertación de los números vocales fue el recordado Emilio Bou, ya que Bañó tenía que cumplir con sus compromisos profesionales. La prensa local afirmaba: “Dificilmente se haya visto en nuestra ciudad una “Marina” como ésta. Un cuarteto de buenas figuras, pocas veces nos ha sido dado a escuchar. Los cuatro, magníficos; lástima que el tenor y el barítono hicieran determinadas concesiones a la galería, en algunas partes de la obra, con largos sostenidos (desafiantes calderones musicales). Los concertantes de la obra salieron ajustados, vigorosos, y cantados con emoción. El público -dos sesiones a reventar- premió con aplausos todas y cada una de las intervenciones de las primeras partes. Los coros merecen punto y aparte. Nutridos como jamás podrían soñarse, cantando todas y cada una de las notas de la partitura. Coros -especialmente el de los hombres; no se enfaden por ello las muchachas, que también estuvieron bien-, que para sí quisiseran las mejores compañías líricas profesionales” (TELÓN: seudónimo del compositor Rafael Casasempere Juan). La tutela médica de nuestro biografiado estuvo dirigida por el prestigioso otorrino-laringólogo José Gisbert Alós “El Olivero”, figura popularísima en este complejo mundo de las voces y cuerdas vocales.

Enrolado en una Compañía recien formada, nuestro amigo canta con éxito de crítica y público en numerosos teatros españoles, recabando finalmente en tierras Canarias. Pero el empresario, un hombre de escasa formalidad no abonaba los honorarios estipulados a los artistas. Por ello, Fernando en combinación con su esposa, recibe un telegrama en el cuál se anunciaba una “terrible” e imaginaria enfermedad familiar. Inmediatamente exige la finiquitación de su contrato por causas mayores, cobrando previamente su parte económica. Con ello, se libera de cantar gratuitamente para un “tipejo” sin escrúpulos que pretendía enriquecerse a costa del arte de los cantantes. Una curiosa anécdota para una biografía nutrida de avatares. También anduvo durante algunos meses con la agrupación del bajo Manuel Gas y con el empresario Joaquín Gasa, cosechando en las dos entidades grandes triunfos.

Mientras, en Alcoy, se anunciaba como “grandioso acontecimiento artístico” la velada lírica celebrada el 15 de Marzo de 1961 (organizada por la Asociación de San Jorge), donde el tenor cantaría en función de noche su bello y galante papel de Javier Moreno, el héroe de “Luisa Fernanda”, compartiendo cartel con la soprano alcoyana Paquita Payá y la valenciana Elenita Martí, siendo el barítono Manuel de Zaya, todos bajo la batuta orquestal de Gregorio Casasempere Juan.

En 1962, Fernando recorrió -por tercera y última vez- las tierras sudamericanas, cantando en Tucumán y Buenos Aires, así como en Mendonza, tres ciudades señeras de la tierra de la plata. Su gira discurrió por Cali y Bogotá, donde le sorprendió un terremoto. El miedo pasado en la tercera planta del hotel, la soledad, sus casi cuarenta años de edad, y la presión moral de los seres queridos le hicieron replantear su inmediato futuro. Chile, Panamá y Paraguay fueron algunos de los paises recorridos por Bañó. El diario “La Tarde” de Asunción proclama con un espectacular reportaje las cualidades vocales y humanas de Fernando. Zarzuelas como “Bohemios”, “Don Gil de Alcalá”, “El Conde de Luxemburgo”, “Curro Vargas”, “María Manuela” y “La del Soto del Parral” habían sido incorporadas a su repertorio, compartiendo candilejas en este recorrido con Juan Gual, Olga Marín, María Teresa Paniagua, Elvira Piquer y José María Bernada, todos bajo la dirección musical del maestro Bastida (Compañía de Zarzuelas y Óperas del manchego Faustino García). Y cantando esa última obra, de Soutullo y Vert, nuestro tenor sintió un fuerte dolor en el bajo vientre, el facultativo diagnosticó una hernia, que fatalidad. Fernando resistió toda la temporada americana, pese a las insistencias médicas por intervenirle quirurgicamente. “La última representación de Bañó en un escenario americano, fue realizada en Paraguay, tributándole al final de la obra un gran homenaje de despedida”. Las lágrimas inundaron los ojos del admirado tenor español. En el recuerdo quedaban aquellos discos de larga duración grabados en América y desconocidos en España, cuyo contenido recogía celebérrimas romanzas y afamados dúos de zarzuela.

Con los inicios de los sesenta (1962) y después de regresar de hispanoamérica, nuestro amigo sufrió la temida intervención en los quirófanos alcoyanos del Sanatorio San Jorge, -recién inaugurado (5-1-1955)- donde el doctor y cirujano D. José Sastre le cosió con gran habilidad aquella cicatriz, después de subsanarle la hernia producida mientras cantaba el bello concertante de “La del Soto del Parral”. Una herida de “guerra” unida para siempre a la gran aventura en tierras indianas. Finalmente y de forma definitiva, se afincó en Alcoy, participando en algunos acontecimientos de la vida musical alcoyana. En aquella campaña, Bañó había decidido regresar con los suyos, “porqué su naturaleza física ya no le permitía viajar tanto”, según afirma su esposa.

En la mente del tenor estaba presente la posible decisión de retirarse de la escena, más de tres lustros de sacrificios, éxitos y constantes e incómodos viajes habían mellado la ilusión del cantante. También su familia le exigía dedicación, las obligaciones de padre y marido estaban presentes en su mente, así como el boyante negocio de plásticos y mimbres, que llegó a contar con cinco empleadas. A estas convincentes razones, se unió su clarividencia al presentir el brutal declive del género zarzuelístico. Pese a ello, continuó cantando “bolos” extraordinariamente bien pagados. Estos desplazamientos esporádicos le ocasionaron pingües beneficios, que supo invertir habilmente en propiedades inmobiliarias. Tan sólo aceptaba contratos para interpretar las tres obras que dominaba hasta lo más recóndito de sus entrañas: “Marina”, “Doña Francisquita” y “La Tabernera del Puerto”. Finalmente y después de algunas intervenciones en Barcelona, Santander, Mataró, Bilbao y Valencia anunció su retirada de los escenarios (1964); nunca más volvería a cantar como profesional de la escena.

Todavía se recuerdan sus últimas intervenciones públicas: el 8 y 11 de Junio de 1977 actua junto a la soprano ligera Rosita Vicedo Asensi -de Alcoy- en el Cine López Cabrera del Verger. Concierto que sirvió para la presentación oficial de su hijo como tenor solista; Fernando Bañó Llorca había decidido seguir los pasos de su padre. Y con anterioridad a esta fecha, su adiós -por el momento- en Alcoy, durante el transcurso de una velada celebrada en el Salón Rotonda del Círculo Industrial (1976), contando con la participación de la citada cantante alcoyana. Artista destacadísima en el mundo zarzuelístico local, que gozó de gran popularidad durante varias décadas. El evento completose con la intervención pianística de Gregorio Casasempere Juan. La pareja de artistas entonó diversos dúos y romanzas, destacando sobre todo el famosísimo “No puede ser” de la celebérrima “Tabernera del Puerto”, que Fernando cantó con refinado gusto. Las notas del agudo final, fueron atacadas con un impresionante calderón que hizo contener la respiración de todos los asistentes, consiguiendo levantar literalmente al público de sus butacas. Según hemos podido audicionar en una grabación “in live” registrada por el melómano Joaquín Martí Llorca.

Actualmente y desde su jubilación, el matrimonio vive apaciblemente en su Verger del alma, disfrutando de la vejez y de más de medio siglo en común. Fernando mientras tanto, continua impartiendo clases a numerosos aficionados al “bel canto” que pretenden alcanzar el mundo profesional (Javier Palacios, Andrés Orpi, Manuel Pere, Carlos Tomé y Susana Álvarez) y saboreando los éxitos vocales y pedagógicos de su hijo, el tenor Fernando Bañó Llorca. Un cantante con una brillante actividad artística que nos ocupará muchas líneas en futuras publicaciones. La pareja continua fiel a las teorías y prácticas vegetarianas, llevando una vida sana y plácida que les permite saborear de la paz y el sosiego vergelino.

Casi al concluir la redacción de este sucinto estudio, llegó a nuestras manos el libro “La Antitécnica”, obra de su hijo, encontrando en el interior de sus páginas algunos datos relevantes sobre la biografía de Bañó Ferrando. Afirma el autor de la publicación: “Entre algunos de los elogiosos adjetivos hacia él (vertidos) por parte de los periódicos, podríamos destacar: “Garganta de brillantes”, “El tenor de las Marinas”, “La voz de oro”, etc. Y eran verdaderamente justificados, puesto que mi padre dominaba los filados como Miguel Fleta y era capaz de inextinguibles “fiatos” y malabarismos vocales de verdadero divo, que en muchas ocasiones hicieron levantar al público de sus asientos. En una ocasión el director Odón Alonso, en un ensayo en el Teatro de la Zarzuela de Madrid le dijo: ¡Pero qué hace usted aquí hombre, usted debería estar cantando ópera! También y en el prólogo del libro, el prestigioso tenor Pedro Lavirgen afirma: “Quedé profundamente impresionado por la calidad de su voz, su canto vehemente y comunicativo, con impresionantes agudos, de los que esta difícil ópera está generosamente nutrida (se refiere a “Marina”) Con buena técnica y planta escénica envidiable.”

Aquí concluye la trayectoria musical de Fernando Bañó Ferrando “Cantarella”, como le conocen sus amigos más íntimos, quién en la actualidad empuña y templa su guitarra, atacando sus siempre queridos fandanguillos, donde su voz un tanto metálica y quizás ya demasiado nasal, brilla como antaño. En su estudio y durante las tardes de invierno todavía se escuchan -acompañados por su inseparable acordeón- los compases nostálgicos del “Tango madre”, “Portera”, o “Señor alcalde mayor”; cuantos recuerdos y añoranzas concentrados en estas bellísimas páginas musicales. Para concluir nuestra monografía, citaremos las palabras que sobre él, dijo su maestro y amigo Sagi-Vela: “podría haber sido el mejor tenor de España en este siglo”, afirmación que también corroboró posteriormente el tenor Pedro Lavirgen. (La Prensa, 4-7-1998).

Extraído de la obra biográfica: UN CUARTETO DE LIRICOS ALCOYANOS
(estudio biográfico) autor: Juan Javier gisbert Cortes

BIBLIOGRAFÍA
- CASARES RODICIO, EMILIO: “Diccionario de la Zarzuela” (España e Hispanoamérica). Madrid, 2002 (tomo I y II)

- CIUDAD (Semanario alcoyano): varios números de 1954, 1955, 1957 y 1958

- GISBERT CORTÉS, JUAN JAVIER: “Fernando Bañó, spinto ligero”. Periódico Ciudad (La Casa del Pavo, suplemento literario y cultural). Alcoy, 17-6-1982

- GISBERT CORTÉS, JUAN JAVIER: “Fernando Bañó, un tenor ‘spinto-ligero”(Comienzos y estrellato). R.F.M.C.-ALCOY, 2001

- GISBERT CORTÉS, JUAN JAVIER: “Fernando Bañó, un tenor ‘spinto-ligero” (La aventura hispano-americana). R.F.M.C.-ALCOY, 2002

- HERNÁNDEZ GIRBAL, F: “Otros cien cantantes Españoles de Ópera y Zarzuela (siglos XIX y XX). Tomo II y último. MADRID, 1997 (Ediciones LIRA)

- LA PRENSA (Alicante, 4-Julio-1998)