EL RIESGO DE UNA CLASE MAGISTRAL

EL RIESGO DE UNA CLASE MAGISTRAL

(Editado en la revista Opera Actual de julio/septiembre de 1994)

Hay una considerable minoría de jóvenes estudiantes de canto, que pululan entre los conservatorios y los profesores particulares, sujetos inevitablemente a las modas operísticas que marcan los cantantes más populares, reyes del momento imitados en todas sus formas de expresión, sobre todo en su manera de emitir el sonido o técnica vocal, con todo lo negativo o positivo que ello pueda acarrear para los estudios de los neófitos y para su posterior carrera como cantantes de ópera; evidentemente, la buena o mala técnica o impostación, influirá decisivamente en la categoría del cantante en muchos aspectos, por ejemplo la calidad de la interpretación y en la plástica escénica.

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FORMACIÓN MUSICAL

Este es un aspecto que el estudiante suele descuidar bastante en su primera etapa de carrera, ya que la preocupación principal suele ser la voz. Si sus profesores no consiguen alentar su interés por el tema, su débil formación musical, hará que tenga pocas posibilidades de que su sensibilidad artística se desarrolle más allá de un nivel bajo o medio, y esta carencia repercutirá en sus actuaciones y en su estilo interpretativo. El público acabará acusando este vacío que emana del artista sin saber muy bien que es, pero que suele reflejarse en el aplauso final, y a la larga en la reputación artística del cantante.

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LA TÉCNICA Y LAS CLASES MAGISTRALES

Pero la influencia más decisiva, proveniente de los “divos”, es la vocal. Aunque el canto surgió originalmente por imitación, también implica conocimiento de estilos, y actualmente de ciencia, a la que no podemos dar la espalda. Sólo entraremos aquí en el aspecto más importante y comprometido de la carrera lírica, que es la impostación de la voz, en su aspecto más psicológico, aun reconociendo sinceramente que del dominio del arte del sonido depende el poder acceder a esta fascinante profesión. Me atrevería a afirmar que la influencia del cantante de moda no siempre es positiva para los estudiantes de canto, en al aspecto técnico/vocal, ya que se puede estar imitando una forma de hacer o emitir, no demasiado ortodoxa en términos comunes para el ambiente profesional, con el consiguiente perjuicio para la garganta del diletante, que no está en disposición de soportar este trauma.

Es posible que el divo, tomado como modelo, dé la impresión de no acusar el cansancio producido por el abuso o el error vocal, pero el imitador sí puede caer en desgracia, como tantas veces ha ocurrido en la historia no escrita del estudiante de canto; el fenómeno ha sido común a todas las épocas y supongo que lo será en el futuro. Comparando el instrumento vocal humano con cualquier otro instrumento en que se necesita un entrenamiento muscular localizado, (dedos, manos, labios, músculos abdominales) y un trabajo de varios años para dominar la técnica, en la voz humana intervienen muchas partes del cuerpo (esfínter glótico, músculos aritenoideos, músculos abdominales, diafragma, etc.) e igualmente son necesarios varios años de preparación para formar un buen cantante de ópera.

Cualquier estudiante de un instrumento está guiado desde el primer día por su profesor, que controla sus progresos y no deja evolucionar los defectos o malos hábitos, haciéndole comprender que ciertas libertades le pueden llevar a consecuencias no gratas. En el canto el trabajo es similar, aunque más empírico, porque el instrumento ni se ve ni lo podemos tener en nuestras manos; pero los resultados vienen dados también por la práctica periódica que imparte un profesor especializado durante años y que llega a conocer el instrumento del alumno como si fuera el suyo propio.

Si recurrimos a la lógica, entenderemos que un cantante profesional no puede ser un buen artesano de la enseñanza, ya que los continuos viajes motivados por su actividad le impiden el trabajo cotidiano con los alumnos y, por lo tanto, está privado de la experiencia que da el contacto diario con un mismo alumno hasta su debut profesional; es la práctica la que forma al maestro.

Supone una responsabilidad todavía más grande la clase magistral impartida por el cantante “fenómeno”, generalmente con unas grandes facultades, este apenas ha tenido que sentir el rigor de un estudio concienzudo y no concibe la técnica desde un punto de vista científico. En general, estos cantantes no saben explicar la fisiología vocal en funcionamiento y sólo hablan de sus propias sensaciones de una forma subjetiva, con lo que suelen confundir al neófito que, dada su falta de experiencia, puede interpretar mal esos consejos impartidos, ciertamente, con una loable intención.

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EL CANTO COMO DISCIPLINA

Cada famoso defiende su técnica particular a capa y espada, muy comprensiblemente, ya que a todos les ha costado conseguir una estabilidad vocal para desarrollar su arte, y están orgullosos de ello; sobre todo, obtienen un éxito de público que les autoriza para impartir lecciones en principio certeras. Lo que no siempre es así, ya que en ocasiones se defienden posturas verdaderamente ilógicas. Tenemos casos en la historia del canto verdaderamente particulares; cantantes ha habido que han defendido el pasaje de la voz; otros sostienen que no existe el paso, otros lo apoyan como cobertura, otros apuestan por la apertura o libertad del pasaje; últimamente se basa la verdadera impostación en los sonidos craneales, otros en la máscara, también detrás de los dientes, etc.

Con todo este barullo de teorías ciertas y medio ciertas el estudiante va de maestro en maestro buscando la piedra filosofal, y tal piedra no existe; lo que sí existe es el trabajo cotidiano y rutinario bien dirigido de una manera lógica y coherente, día a día y semana tras semana; eso sí, apreciando los progresos clase tras clase. Es preciso que de una vez se consiga para el canto un libro de texto común que unifique criterios en el estudio como cualquier otro instrumento. Yo estoy plenamente convencido de que ya es posible.  

(Fin del artículo)

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